¿Existen las hadas?
En la Inglaterra de 1920, mucha gente se hizo esa pregunta; entre ellos, Sir Arthur Conan Doyle. El creador del detective privado más famoso de la historia: Sherlock Holmes.
¿Conan Doyle creía en las hadas?
Si queréis conocer la historia de las Hadas de Cottingley y de cómo el famoso autor llegó a estar convencido de su existencia, ya sabéis… Puede que, al final, lleguéis a creer en ellas.
Imaginad, Cottingley, 1917 (qué pena que no sea Roma, algún día tengo que empezar una historia así), en un bosquecillo, junto a un riachuelo, en Inglaterra. Las pequeñas Elsie Wriht, de 16 años, (vale sí, muy pequeña no era, pero eran otros tiempos, que nos conocemos) y su prima, Frances Griffiths, de 9, llegaron a casa después de jugar, llenas de barro de arriba a abajo. Cuando sus madres les preguntaron, ellas dijeron que era culpa de las hadas. (Ehh… sí, vale, una excusa muy poco currada, lo sé). Sus padres no las creyeron (¡venga ya! ¿Cómo no las creyeron?).
El padre de Elsie, era ingeniero electrónico y tenía una cámara de fotos (y pasta, que en aquella época no eran nada baratas), una Migd de placas (ni puñetera idea de fotografía, no me preguntéis) y su propio estudio para revelar. Parece ser que Elsie (sí, otra vez la mayor) era una gran pintora, e incluso estudió en la Escuela de Arte de Bradford, a los 13 años, y más adelante trabajó en un estudio de fotografía (al loro con este dato). Allí creaba montajes de fotos de los soldados caídos (recordad que estamos en la Primera Guerra Mundial) con sus seres queridos, y, por lo tanto, trabajó con placas fotográficas (aquí los expertos fotógrafos seguro que tienen algo que decir).
Pues ni cortas ni perezosas le birlaron la cámara al padre (que nuestros adolescentes no han inventado nada…) y se fueron al bosque a por las hadas.
Días más tarde, su padre fue a revelar las fotos y… ¡Zas! En una salía la primita con unas sombras raras debajo de ella. Nada, esto para tirar, dijo el padre. Pero, como en todas las casas, la que mandaba allí era la madre, y ésta dijo: Aquí no se tira nada. Y fue a ver las fotos. Las niñas dijeron que no eran manchas, que eran las hadas. En la foto se ven cuatro hadas bailando alrededor de la cría. El padre (después de reírse un buen rato) les dijo que la cámara ni olerla, y se olvidaron del asunto. (Psssss… Para los frikis de la fotografía, las placas eran unas Imperial Rapid de 8,2 por 10,8 cm., sudores para encontraros ese dato)
Un par de meses más tarde, volvieron a coger la cámara (tú dile a un crío que no haga algo) y sacaron otra foto, en el jardín de detrás de la casa. El padre las reveló, y vio en la foto a su hija con una especie de gnomo.
Las niñas dijeron que era un hada. La carcajada la tuvieron que escuchar en toda Inglaterra. Así que esta vez, sí que sí, les prohibió coger la cámara. Las niñas dijeron que vale, que lo sentían mucho, que se habían equivocado y no lo volverían a hacer (¿de qué me suena eso?). Peroooo (qué os ibáis a librar de mis peros) la madre se quedó con la mosca detrás de la oreja, y guardó las fotos (pa porsi, diría ella)
Pasaron los años y la guerra terminó. En esa época, la gente estaba muy necesitada de respuestas (¿en esa época sólo?) y los grupos donde se hablaba de espiritismo, ocultismo, etc., proliferaban como setas. La madre de Elsie, Polly, era asidua a las reuniones de una de ellas: la Sociedad Teosófica de Bradford “una sociedad para la búsqueda de la sabiduría divina, sabiduría oculta o espiritual” (Las brujas Lola de la época).
En 1919, en una reunión se trata un tema que llama la atención de Polly: “La vida de las hadas”, y se le iluminó la bombilla. Si yo tenía unas fotos de unas hadas por ahí…
Fue a buscarlas y se las enseñó a uno de los teosofistas, Edward L. Gardner, que las ve y, no muy convencido, manda los platillos, o sea, los negativos (lo que estáis aprendiendo de fotos, ¿eh?) a un experto, su amigo Harold Snelling, y éste lo tiene claro nada más verla. ¡Son auténticas!
Internet no existiría, pero la noticia corrió como la pólvora, y todos los frikis de Inglaterra estaban que no se lo creían. ¿Hadas reales en Inglaterra?
Y aquí entra en escena nuestro (mí) escritor de misterio favorito, Sir Arthur Conan Doyle. Era un apasionado de las artes ocultas, el espiritismo, y todo lo relacionado con esos temas. Parece ser que la muerte de su hijo en la Gran Guerra, le hizo refugiarse en esas “artes” (cada uno cree en lo que quiere, qué pasa). En ese momento, iba a escribir un artículo especial para Navidad sobre las hadas para la revista The Strand Magazine, y en cuanto supo la existencia de esas fotografías, salió pitando a buscar a Gardner (el de la Asociación de frikis, digo, teosofistas). Los dos, emocinaditos, decidieron mandar las fotos a los estudios de Kodak. Si había algún experto que les probase si eran verdaderas, tenían que ser ellos.
La respuesta de Kodak fue contundente. De hadas, nada.
Y su explicación fue: “Puesto que las hadas no existen, las imágenes deben haber sido falseadas de alguna forma”.
En vista de esa conclusión tan científica (como “no existe” no es verdad), pues Doyle pasó olímpicamente de ellos y siguió buscando la manera de convencer a la gente. Las llevó a otro amigo, el físico Oliver Lodge, que le dijo que tampoco eran reales. Su conclusión era también muy “científica”: “Las fotografías son falsas porque las hadas llevan peinados a la moda parisina” (Con dos cojo…).
Varios clarividentes, ocultistas, o como diablos se llamen, fueron allí a ver si las hadas hacían acto de presencia y, claro, uno de ellos, Geoftrey Hodson, dijo que verlas, verlas, lo que se dice verlas, pues no, pero que sí las había visto a nivel astral…
Doyle era íntimo de Houdini, el mundialmente conocido escapista. Houdini se pasó buena parte de su vida desenmascarando a estafadores y embaucadores, así que cuando su amigo le pidió opinión, le dijo, sarcásticamente, que eran una “revelación”, algo que Doyle tomó como que eran reales (sería muy buen escritor de misterio, pero lo de la ironía qué mal lo llevaba el joío). Tened en cuenta que Doyle creía que Houdini hacia magia de verdad y no le creía cuando éste le decía que eran trucos… Le volvió a preguntar (no preguntes, pa qué preguntas) y su amigo le dijo que no creía que fuesen reales. No sólo por esto, si no por varios desencuentros más sobre estas “creencias” de Doyle, su amistad se fue al traste (otro día os lo cuento con más detalle).
¿Qué se le ocurrió a Doyle para demostrar que eran reales y pasar de sus amigos agoreros? Si las niñas las habían visto un par de veces, pues les doy una cámara y más placas y que las vuelvan a fotografiar. Todo muy normal.
Fueron a ver a las niñas y hablaron con su padre. Éste, que creía que era todo un invento de las crías, rebuscó en sus habitaciones en busca de maquetas, muñecos o dibujos, peroooo, no encontró nada.
Por lo que, ante Conan Doyle, no pudo negarse a que les dejase una cámara y placas, para retratar a las hadas de nuevo. De hecho, Doyle escribió un artículo en la revista Strand Magazine titulado: “Hadas fotografiadas: un suceso memorable”, donde llegó a decir: “Cuando se acepten nuestras hadas, otros fenómenos psíquicos encontrarán una aceptación más fácil…”.
Para entonces, los medios ya se habían hecho eco y publicaron multitud de artículos y críticas de opinión.
Para liar más la madeja, Frances (la pequeña) había escrito años atrás una carta hablándole de las hadas a una amiga en Ciudad del Cabo, que salió a la luz.
Los periódicos hacían comentarios del tipo: “Para la verdadera explicación de esas fotografías de hadas lo que se precisa no es el conocimiento en fenómenos ocultos sino el conocimiento de los niños”. (Los niños siempre dicen la verdad ¿no?).
Conan Doyle estaba exultante (lo estoy viendo dando botes). Las niñas habían hecho tres fotografías más, y con ellas ilustró el artículo. En dos de ellas salían las niñas con las hadas y, en la tercera, lo que se llamó “un nido de hadas”, donde tres hadas parecían flotando entre las ramas.
Escribió a Gardner (el teoso… como se llame) diciéndole: “Mi corazón se alegró cuando aquí, en la lejana Australia, recibí tu nota y las tres maravillosas fotografías que son la confirmación de nuestros resultados publicados”.
El padre de Elsie, Arthur, que había tenido en gran consideración a Doyle, se mostraba asombrado de que su hija hubiera podido embaucar con un truco tan absurdo a un hombre al que le presuponía inteligencia, y dijo: “Nuestra Elsie, ¡pero si es la última de la clase!” (por no decir que era más simple que el mecanismo de un botijo).
En 1921, Cottingley era ya Hadalandia y todo el mundo quería ir a ver a las dichosas hadas.
En 1922, Conan Doyle publicó «La llegada de las hadas», donde recogía la investigación relativa a las hadas y a otros seres sobrenaturales. El escritor seguía diciendo: “No intentaré afirmar que la prueba sea tan arrolladora como en el caso de los fenómenos espiritualistas… pero entran en el contexto de la parapsicología, y trataremos de encontrar más”.
Nadie volvió a verlas. Poco a poco, la cosa se fue calmando, y la gente dejó de hablar de ellas.
Aquí hacemos un salto en el tiempo. Las “no tan niñas” hicieron su vida, olvidándose de las hadas. Se casaron, tuvieron hijos, se fueron a vivir al extranjero… Pero en 1966, un periodista de la BBC (aburrido) volvió a sacar la historia, y dio con ellas. En la entrevista que realizaron no dijeron nada nuevo, sólo que su padre no había tenido nada que ver, pero las fotos eran reales.
La entrevista, años después, llamó la atención de Joe Cooper, un héroe de guerra y profesor académico, a quien en 1976, le fueron con el cuento de las hadas y se obsesionó (os lo repito, las obsesiones nunca son buenas, niños).
Estuvo más de siete años investigando la historia, hablando con las “niñas” (que no se hablaban entre ellas) y realizó varios viajes para entrevistarlas por separado, gastándose una verdadera fortuna.
Consiguió entrevistarlas. Eran declaraciones ambiguas (que sí, que puede, que vale, que a lo mejor, que ya soy mu vieja y no me acuerdo…), y no decían claramente si las fotos eran reales o no. La historia volvió al olvido (no mucho, no creáis).
En 1977, un investigador llamado Fred Getting encontró el libro The Princess Mary’s Gift Book, publicado en 1914, con un poema llamado “Un hechizo de hada” ilustrado con tres hadas. Se fijo en ellas y se dijo: ¿Dónde he visto yo esto antes…?
Si a esas hadas les ponías alas, eran idénticas a las otras (qué cosas, oye)
Joe Cooper, siguió pensando que las niñas no habían mentido, y no hizo caso a lo que le decían.
Pero en 1981, Elsie, realizó una entrevista a la BBC, con datos muy variables, ambiguos, llenos de contradicciones, pero confesando que las fotos no eran reales.
Contó que eran dibujos que ella misma había hecho (exacto, copiados de las ilustraciones), sujetos con alfileres de sombrero a unos palos, y sujetas con hilos las que aparecían flotando. Lo hicieron con miradas cabizbajas, sin coherencia en las palabras, y casi nadie las creyó. Las hadas seguían siendo un misterio.
Frances, en un arranque de sinceridad (sin saber que el reportaje no demostraría nada, porque los autores creían que eran datos demasiados ambiguos), llamó por teléfono a Joe Cooper y le dijo que eran falsas, pero que la última foto, la que aparecían las hadas solas, era real. Cooper le preguntó porqué se lo decía en ese momento, y Frances dijo que porque Elsie había hablado. Pero lo que no sabía era que la entrevista no iba a resultar creíble para casi nadie, y eso que Elsie confesaba la verdad (bocachanclas la muchacha, sí).
Los demás no las creyeron, pero Joe Cooper, sí. La impresión que recibió al darse cuenta de que durante años había creído en una estafa, hizo que desapareciese durante varios meses, sin que nadie supiese dónde había estado. Al volver, su matrimonio se rompió y acabó muy tocado por todo lo que supuso para él el caso de las hadas.
En 1982, escribió un artículo en The Unexplained, titulado “Cottingley: finalmente la verdad”. (se iban a enterar estas dos).
En él, relataba todo lo que Frances le había confesado. Las cuatro primeras fotos eran imágenes dibujadas por Elsie, recortadas, unidas a las ramas mediante alfileres de sombrero. Ahora sí, con datos, fotos, imágenes de las hadas al lado de las ilustraciones, etc.
Las “niñas” le llamaron cabreadísimas, le llamaron traidor y colgaron (Acojonado dejaron a Cooper, sí)
La BBC vio un filón en todo esto. ¿Una estafa fotográfica que había durado décadas y que hasta el mismo Conan Doyle había abanderado? Esto merecía un reportaje en toda regla.
Y eso hicieron. En 1983, convencieron a las dos primas y realizaron una entrevista. Habían pasado ya más de 70 años, pero confesaron al mundo que todo había sido una farsa, contando, con todo lujo de detalles, cómo habían realizado las fotografías. El escándalo fue mayúsculo (sí, mucha gente seguía creyendo que eran de verdad) y supuso el primer bulo fotográfico de la historia.
Elsie murió en 1988, asegurando que las cinco fotografías originales y las otras restantes, hasta 14 que se hicieron, eran trucadas. Pero Frances siempre aseguró, hasta su muerte, que la última foto era de verdad, el “nido de hadas”, y que eran auténticas hadas.
El 11 de abril de 2019 salieron a subasta varias series de estas fotografías, pero aunque llegaron a conseguir hasta 65 mil dólares en las pujas, la foto más conocida y famosa, la de Frances con las hadas, la primera que hicieron, no encontró comprador, volviendo a su dueña, la hija de Elsie.
Ahora las fotografías están expuestas en el National Science and Media Museum, en Bradford, donde están las originales, así como las cámaras que las niñas utilizaron.
Por último, deciros que Sir Arthur Conan Doyle murió en 1930, pensando que las hadas de Cottingley eran hadas de verdad.
Y vosotros… ¿creéis en las hadas?
Muchas gracias… Y hasta el siguiente hilo que salga de La Rueca
Yo sí que creo en las hadas
La magia existe, sólo hay que saber dónde buscar, y quién te la puede proporcionar. Gracias por leerlo, Bea.