Desde mi Pedregal os quiero enseñar una de los pueblos con la judería mejor conservada de toda España, y con alguna sorpresa… Hervás
¿Viajamos al pasado?
La tradición dice que fue fundada por los templarios cuando, después de la Reconquista quisieron repoblar esa zona por los cristianos. Los templarios creaban sus asentamientos edificando una ermita dedicada a algún mártir. En el caso de Hervás, fue San Gervasio, edificada en la vera del rio Santiervás , de ahí su nombre.
Levantaron una edificación fortificada y, en su interior, la iglesia de Santa María. El ducado de Béjar fue su señor desde 1369 hasta 1816.
En 1391, muchos judíos se refugiaron en pequeñas localidades, procedentes de Andalucía y Castilla escapando de la persecución, asesinatos, violaciones, saqueos, que sufrieron los judíos en ese año, por lo que ese flujo migratorio favoreció a poblaciones como Hervás, que estaban en la Vía de la Plata, junto a Cáceres y Plasencia.
Durante casi un siglo estuvieron viviendo en paz junto a los cristianos. Llegaron a ser, se cree, unas 45 familias, como los Cohen, los Calama, los Haben Haxiz, Abenfariz, Calderón, Escapa, Hamiz, Mahejar, Orabuena y Salvadiel, entre otros.
Se fueron instalando en la parte baja del pueblo, junto al río, y en torno a la sinagoga. Los cristianos ocuparon la parte alta, junto al castillo.
Como en Cáceres y Plasencia, y demás sitios donde se asentaron, los judíos de Hervás se dedicaban al comercio del textil, el arrendamiento de impuestos para señores feudales o instituciones religiosas y, por supuesto, al préstamo a interés. Ah, también a la medicina.
Después del “Edicto de expulsión de los judíos”, en 1492, la mitad de las familias decidieron quedarse en el pueblo, incluso se dice que algunas que habían emigrado a Portugal decidieron volver, convirtiéndose al cristianismo, los llamados judíos conversos o cristianos nuevos.
Fundaron las cofradías de San Gervasio y San Protasio, para poder, disimuladamente, seguir realizando algunos de sus ritos, pero la Inquisición llamó a su puerta y algunos de estos “cristianos nuevos” fueron quemados en la hoguera.
Todo eso complicaba la integración de los judíos conversos y, mucho más, después de que el duque de Béjar, Francisco II, dictase unas disposiciones en las que dividía al pueblo en dos: los “labradores” o cristianos viejos, y los “mercaderes” o cristianos nuevos.
Los cristianos nuevos se quedaron en la parte baja del pueblo, mientras que los cristianos viejos continuaban en la parte alta, protegidos por el castillo.
Esa situación duró casi un siglo, hasta que la nueva Duquesa de Béjar, en 1661, derogó las disposiciones que los separaban, aunque costó muchos años que se olvidasen las rencillas.
Hervás se ha volcado en recuperar su pasado, su arquitectura local, su judería… Por paredes, suelos, ventanas, puertas, vemos vestigios, o recuerdos de lo que fue y quieren seguir manteniendo.
Fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1969, con especial atención, naturalmente, a la judería.
Tal es su renombre, que es miembro de la Asociación “Caminos de Sefarad” (Asociación sin ánimo de lucro de la que forman parte las localidades que albergan, en su casco histórico, una judería). De las 22 localidades que lo integran, tres de ellas son de mi Pedregal: Cáceres, Plasencia y la protagonista de este viaje, Hervás.
A primeros de julio, se celebra la “Fiesta de los conversos” con representaciones teatrales, jornadas gastronómicas de comida típica judía, exposiciones, conciertos… para homenajear a los judíos que decidieron quedarse en su tierra.
Pasear por sus calles, en silencio, mirando sus curiosos detalles, hace que retrocedas atrás en el tiempo y penetres en su historia… ¿me acompañas?
Las calles estrechas, empedradas y empinadas de la judería, me permitieron dar un paseo sereno y relajado, disfrutando de todos los detalles que el pueblo enseña. Viendo, con detenimiento, sus casas con paredes de madera de castaño, adobe o ladrillo visto. Algunas tienen una de sus paredes recubiertas con lamas de paños de tejas, para protegerlas del frío y la humedad de la sierra. Vi varias de ellas encaladas, y estoy segura de que al viajero que no está acostumbrado a verlas, les llamará la atención. Puedes ver cómo en una misma casa una pared es de adobe y madera y la otra está cubierta de tejas. Son muy típicas de la arquitectura de la zona, así como de la Sierra de Francia, o la zona de Béjar (Salamanca)
La artesanía es muy valorada en Hervás, y podréis comprobarlo en la cestería, con decenas de productos hechos con mimbre.
La calle Rabilero, es la más bonita de Hervás, y yo diría que la más representativa, con sus paredes decoradas con macetas, transmite paz al caminar por ella. Se dice que en el número 19 estaba situada la sinagoga.
Pero, atentos, entre los números 3 y 5, se encuentra la considerada “calle más pequeña de España”: La callejilla.
Si eres claustrofóbico, no te recomiendo pasar por ella.
Todo camino que hagáis por la judería está lleno de detalles que homenajean su pasado judío. Rejas en las ventanas y en las puertas con la Estrella de David, carteles en hebreo, los nombres de las calles, como la llamada “Calle Amistad judeo-cristiana” tienen también la Estrella de David.
Aunque si de macetas hablamos, no podéis dejar de ir al Patio de los Cactus. Cientos, yo diría miles de cactus, adornan sus paredes. Este patio, cuyo dueño deja que entres aunque él no esté, es uno de los más originales que he visto nunca.
Dedales, recuerdos de boda, troncos de árboles, conchas, cualquier cosa sirve como macetero para portar los cactus. Una verdadera maravilla.
Por cierto, hay un bote para todo aquel que quiera dejar una ayudita para regarlos, pero os aviso, que aunque no esté el dueño, tiene buenos guardianes. El bote está recubierto de cactus. Allá el que decida meterle mano…
Nada más terminar la judería, me encontré, casi sin darme cuenta, el río Santiervás, de aguas tan cristalinas que es difícil apreciar en la foto hasta donde llega el agua en mi mano. Un lugar perfecto para descansar en mitad del camino, cerrar los ojos y dejarse llevar junto al sonido del agua corriendo.
Lo atraviesa el puente sobre la Fuente Chiquita, donde me llamó la atención una piedra en mitad de uno de los lados del puente. Un vecino del pueblo, muy simpático y amable, me contó su historia: Es una lápida funeraria con el grabado de un caballero y su espada, D. Alfonso Sánchez, Hidalgo y Montero de Plasencia. Se colocó allí como homenaje, y para dar la bienvenida a los viajeros de la Ruta de la Plata. Me contó que durante años se ha utilizado de piedra de afilar, y por ella, además de miles de manos, han pasado cuchillos, navajas, aperos de labranza… de ahí su desgaste. No dudéis en preguntar a la gente del lugar cuando viajéis, son siempre los mejores guías e historiadores.
Y no os podéis ir de Hervás sin visitar su pequeño museo del ferrocarril, en la que fue su estación. Se encuentra en la parte alta del pueblo.
Dentro se homenajea al viajero que sufría los avatares de esos largos viajes y de quienes trabajaban en ellos. Al acercarme a un grupo de maletas, algo captó mi atención. Fijaos en las dos luces verdes en mitad de la maleta que está en medio del grupo.
Esto es lo que se ve al mirar a través de ellas…
Este lugar, recoge la historia de la vía ferroviaría Plasencia-Astorga, desaparecida en 1984, y que ahora es una maravillosa vía verde.
Esta vía os la enseñaré, próximamente, de una manera diferente.
Hasta aquí, mi primer viaje con vosotros desde mi Pedregal… Hasta el siguiente.
Me ha encantado!! Me gusta tu blog.
Saludos!!
Patri, alias txocolatealataza😉
Muchas gracias, Patri. Bienvenida a mi Cueva.