El hombre de Piltdown

¿Pudo Sir Arthur Conan Doyle estar involucrado en el mayor fraude la de la historia de la paleontología?

¿Lo tramó como venganza hacia los que se reían de sus creencias espiritistas?

Si queréis venir conmigo, una vez más, de viaje por la historia y saber qué ocurrió, ya sabéis…

Comenzamos el viaje en un pequeño pueblo británico llamado Piltdown, en 1912. Uno de sus parroquianos, Charles Dawson, se aburría mucho, así que, por las mañanas, se dedicaba recopilar cachivaches viejos y venderlos en su tienda, y, por las tardes, a buscar fósiles y huesos.

Charles Dawson
Charles Dawson

Había encontrado por la zona un diente, varios fósiles, y plantas fosilizadas, que le habían dado cierto prestigio en el ambiente arqueológico, pero eso no le parecía suficiente.

Varios obreros habían cavado un pozo para buscar grava para un camino, y hallaron los restos de un coco. Sí, exacto, lo habéis leído bien, un coco. ¿Raro? Rarísimo, así que nuestro prota lo miró bien y se dio cuenta de que no era un coco sino los restos de un cráneo (como todo el mundo sabe un coco es igualico que un cráneo) peeeero (ya empezamos) no cualquier cráneo, no, era de un “grosor inusual”, el parietal (un lateral del hueso, vamos)

Entrada al pozo
Entrada al pozo

Ahí quedó la cosa, hasta que, tres años más tarde, fue de paseo al pozo y, mira tú por dónde, se encontró con otro hueso, que… ¡exacto! Venía del mismo coco, digo cráneo, esta vez del lado izquierdo del frontal.

Se puso a buscar como loco, y (¡bingo!) encontró algunos fósiles de animales tallados a mano.

Como os he dicho, era respetado en el ambiente pero no era un académico, y los científicos de la época pues mucho caso no le iban a hacer, así que pensó en ponerse en contacto con uno que reconociese sus descubrimientos. Y dicho y hecho. El director del Departamento de Geología del Museo Británico de Historia Natural y presidente de la Sociedad Geológica (ahí es na), Arthur Smith Woodward.

Arthur Smith Woodward
Arthur Smith Woodward

Lo convenció de unirse a la excavación que había comenzado en el pozo, y a varios investigadores más, como el joven jesuita Teilhard de Chardin, antes de convertirse en un famoso teólogo, filósofo y escritor, con una visión evolucionista del pensamiento cristiano. Durante la excavación fueron saliendo más huesos del cráneo.

Y aquí aparece nuestro (mi) escritor de misterio favorito, Sir Arthur Conan Doyle. Vivía muy cerca de allí, en una finca a la que iba a pasar los veranos y, sobre todo, visitaba el pueblo para jugar al golf.

Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle

Conan Doyle, como os conté en mi post sobre las Hadas de Cottingley, (publi descarada, pinchad aquí) era muy aficionado a todo lo relacionado con el ocultismo y el espiritismo, además de coleccionista de fósiles, y al enterarse de la presencia de la excavación se acercó a ella. ¿Fósiles prehistóricos en Inglaterra? Era poco común, pero no le resultó extraño.

Había publicado en 1912 El mundo perdido, en el que cuenta la historia del profesor Challenger y cómo sería de fácil inventarse una farsa con fósiles y engañar a los científicos de su época (¿Os habéis quedado con el dato, verdad?).

Pero el extraordinario pozo no dejaba de dar sorpresas y no paraban de salir huesos (el pozo de los deseos, versión paleontóloga)

Nuestro experto, se los llevó y diseño el cóndilo. A ver cómo os explico esto… Creó artificialmente una calavera, uniendo los huesos hallados y poder ver cómo era en realidad. O sea, dio forma al Hombre de Piltdown.

Craneo de  Piltdown

Woordward (el experto del Museo Británico) aseguró que pertenecía al pleistoceno, entre 2,5 millones y 10.000 a.C (¡toma ya!). Resumiendo: que había dado con el tan ansiado ESLABÓN PERDIDO.

Tenéis que tener en cuenta que en esos años aparecieron multitud de fósiles por la Europa continental, Asia y África, pero JAMÁS había aparecido algo parecido en Inglaterra, por lo que la isla británica se convertía en la cuna de la humanidad. (Lo que les faltaba a los ingleses, siempre tan modestos).

Desde el principio hubo mucha controversia. No dejaban analizar la calavera a otros investigadores de primera fila, y eso, cómo no, causaba muchas reticencias (si no lo veo, no lo creo)

Pasaron los años y a Dawson la suerte no se le iba (yo hubiese comprado lotería). Encontró a tres kilómetros de allí varios huesos del cráneo, pero el lugar exacto de este nuevo pozo se lo llevó a la tumba. Murió en 1916.

El 29 de junio de 1935 un dentista y arqueólogo aficionado, Alvan T. Marston, se puso en contacto con Woodward. Había encontrado otro hueso que podía ser de la misma época. Se obsesionó con nuestro ‘hombre’ y durante años investigó sobre él. Al ser dentista se centró en el canino que habían encontrado y, después de muchos estudios, que no os pienso relatar (el que quiera saber…), dio por seguro que el diente del ‘hombre’ de Piltdown era de un mono y no de un humano.

Alvan T. Marston
Alvan T. Marston

Los huesos del hombre de Pitdown son de color oscuro, chocolate. Se achacó a su alto contenido en hierro, pero nuestro dentista averiguó que era una solución “conservadora de bicromato” (ni puñetera idea de lo qué es, lo reconozco), lo que quería decir que no era natural, sino que habían bañado los huesos en esa fórmula.

Woodward dedicó el resto de su vida a defender que los restos hallados eran auténticos, pero por mucho que dio viajes al pozo, no encontró nada de nada. Ni un mísero dedo de un pie.

O Dawson tenía mucha suerte, o Woorward era muy torpe.

Al aparecer en esos años, y en varias partes del globo, fósiles y restos con grandes diferencias con nuestro ‘hombre’, la historia se fue deshinchando. El cráneo era una anomalía, una cosa rara.

Woodward, murió en 1944, y no vio cómo su obsesión se iba a pique. Y no fueron los americanos, ni ningún otro país quien lo hizo, sino un colega del Museo Británico. En 1948, el Dr. Oakley, desarrolló una técnica (creada específicamente para estos huesos) para datarlos, basada en el contenido del flúor: a más tiempo enterrado, más flúor contienen. Y la primera batalla la ganaron Dawson y Woordward, ya que decía que pertenecían a un sólo individuo.

Dr. Oakley
Dr. Oakley

Peeeeero… hicieron trampas al solitario los responsables de salvaguardar al ‘hombre’, porque no incluyeron los demás huesos encontrados, tanto humanos como animales y, cuatro años más tarde, con todos los huesos, se pudo datar el cráneo, y no, no era de hacía 500 mil años, sino, como mucho, 50 mil. Eso hizo que viesen el absurdo de su existencia, y la mayoría de los investigadores dieron por falso el cráneo.

En 1953, cuando se mejoró más todavía la técnica, no cupo duda de que el cráneo y la mandíbula habían sido de humanos de épocas distintas y de seres diferentes. La mandíbula era de un orangután, el canino de un chimpancé y los demás huesos del cráneo eran humanos. La mandíbula era moderna y el cráneo mucho más antiguo.

El fraude llegó a su fin. The Times llegó a escribir: «El hombre de Piltdown fue el primer ser humano que usó dientes postizos».

Las conclusiones de los investigadores que sacaron a la luz el fraude fueron: «los distinguidos paleontólogos y arqueólogos que tomaron parte en las excavaciones de Piltdown fueron víctimas de un cuidadoso y bien elaborado fraude… como no tiene paralelo en la historia de los descubrimientos paleontológicos».

¿Y Sir Arthur Conan Doyle? Una de las teorías que se barajan sobre quién fue el ideólogo de tal fraude es que Conan Doyle se puso de acuerdo con Dawson y Woorward para dar a conocer al “eslabón perdido”. Según esta teoría, como los científicos “de verdad” se reían y lo desacreditaban por sus creencias espiritistas, éste lo ideó como venganza, usando a un prestigioso antropólogo y a un arqueólogo aficionado. Y, además, en su novela se incriminaba.

También se involucró a Teilhard de Chardin, como impulsor del engaño para dar verosimilitud a sus creencias en la evolución del hombre. Estas insinuaciones nunca se hicieron en vida del teólogo (muy valientes, sí)

Teilhard de Chardin
Teilhard de Chardin

Pero todo indica que el ideólogo del montaje fue el mismo Dawson. “Encontró” los huesos, y convenció a un crédulo investigador ansioso por hacer el hallazgo de su vida.

Puede que se le fuese de las manos a Dawson, y muriese sin saber hasta dónde había llegado su “descubrimiento”, cuya farsa duró casi 50 años.

Hay quien piensa que fue una conspiración de varios investigadores, muy bien tramada, para dar verosimilitud a la teoría de la evolución humana, pero lo que consiguieron es que se retrasen, cerca de 30 años, los estudios sobre ella.

En el Museo Británico
En el Museo Británico

Quedan muchas dudas por resolver ¿de dónde salieron los huesos? ¿quién los trató para tener ese aspecto y los depositó en el yacimiento?

En el pozo se levantó un monolito que reza: «Aquí en la vieja gravera del río, Mr. Charles Dawson, FSA, encontró el cráneo fósil de Piltdown, 1912-1914”.

Inauguración del monolito
Inauguración del monolito

Pero creo que faltaría una alusión a nuestro dentista, cuya obsesión (al final, algunas obsesiones no van a ser tan malas, fijaos…) le llevó a aclarar el fraude, y descubrir una nueva técnica de datación para los huesos.

Muchas gracias por acompañarme en este hilo de La Rueca… Y hasta la próxima

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