El ventero del sur

No es la cámara de fotos, es la mirada que hay detrás del objetivo

Fernando Nuño Rodríguez, también llamado en los circuitos profesionales de fotografía «el heliógrafo», por su empeño en fotografiar el astro rey, colgó los «hábitos» de fotógrafo y su Nikon, el 1 de junio de 1978, 40 años exactamente después de haber nacido, y con 25 de profesión a sus espaldas.

Esos 25 años de carrera comenzaron en 1953, cuando el diario Arriba le publicó la que sería su primera fotografía profesional, sobre el Sindicato de la Piel; «era horrible», comentaría años después el propio Nuño en un alarde de autocrítica sincera, aunque el diario no le mereciera tan despectivo adjetivo, pues el rotativo llegó a publicar más de 5.000 fotografías de las más de 40.000 que ha publicado en su carrera profesional.

En las páginas de Arriba poseía una sección titulada «Carnet de identidad», por la que pasaron las figuras más destacadas de la época, al igual que por su vida, codeándose con la «flor y nata» de la sociedad: desde Azorín, Dalí o Eisenhower, a Franco, el Rey o Felipe González; desde Manolo Caracol y Paco de Lucía, a José María Gironella, Perón o Torcuato Fernández Miranda…

Fernando Nuño
Fernando Nuño

Nuño fue un genio precoz; en su encumbramiento mundial y en su despedida. Llegó pronto y se retiró demasiado pronto. A los 18 años podía presumir de que sus fotografías ilustraran las portadas del diario Arriba. Con sólo 21 años ya era director del departamento gráfico de la agencia de prensa Europa Press, convirtiéndola en la primera de su tipo en España que funcionaba las 24 horas del día. Su desparpajo juvenil tenía la impronta de los artistas en constante ebullición; sus fotografías no eran sólo productos de una máquina que funcionase al accionar un interruptor, sino la confirmación de la realidad bajo el prisma silencioso y sensible del fotógrafo, del artista; y ese artista era Fernando Nuño captador de lo imposible, de lo quimérico, arrebujado su ojo escrutador en el alma del artista que «siente» lo que otros, más mundanos, sólo alcanzan a ver. Después llegó el reconocimiento mundial: expone en el Ateneo de Madrid, en el Ayuntamiento de Melilla…, hasta que en 1965 sus fotografías sobre «el fuego» en la Galería Edurne de Madrid, elevan su cotización hasta límites astronómicos. El fuego fue un elemento usado por los alquimistas en su utópica búsqueda de la «piedra filosofal», siendo finalmente encontrada por el fotógrafo madrileño en las llamas de las hogueras, desdibujadas en emoción ante el paciente objetivo de la Nikon de Fernando Nuño. Del fuego y sus vaivenes líricos obtuvo 2.000 fotografías, de las que seleccionó 25 para una campaña de la Dirección General de Protección Civil.

Uno de sus reportajes con más repercusión internacional fue una serie de fotografías de un eclipse de sol, el 2 de octubre de 1959. Vendió el reportaje de antemano al periódico El Alcazar, pero ese día el cielo estaba nublado, por lo que se le ocurre la idea, junto al redactor Juan Blanco, de embarcarse en un viejo Heinkel 111 del Ejercito del Aire, y consiguieron las fotografías. Comenzando una búsqueda incansable de retratar el sol.

Pero su inquietud artística no tenía parangón. Su marcado deseo de mostrar lo que el ojo humano ve en toda su vastedad, quedó reflejado, en 1974, en una serie de fotografías sobre el Acueducto de Segovia reflejado en escaparates y cromados de vehículos. Estas fotografías sobre el enigmático monumento recorrieron París, Roma, Bonn… y le llovieron las ofertas para publicar sus trabajos en revistas como Paris Match, Life, Times, y diferentes periódicos nacionales y extranjeros.

En 1978 confesaba en una entrevista ser tan insensato de no sentirse nunca sin dinero, llegando a decir que “si algún día no pudiera hacer algo por falta de él, me suicidaría”.

Estaba convencido de que las revistas fotográficas no le llevaban a ningún sitio, ya que “o te deforman o acabas copiando lo que has visto”. Algo que le llevó a tener una estrambótica idea, según relata Mónica Carabias Álvaro, doctora en Historia del Arte y autora del libro Fernando Nuño (1938-1975): cenit y ocaso de un astro fotográfico, cuando se le ocurrió fotografiar a Franco moribundo en el lecho del hospital, pactando su venta al Paris Match por un millón de pesetas. Llegó incluso a viajar hasta Berlín para adquirir una cámara espía con la que realizar el retrato desde el mismo respiradero donde estaba conectado Franco. Finalmente aparecieron, aunque siempre se le achacó a su yerno, el marques de Villaverde, pero esa es otra historia…

En 1975 es seleccionado para participar en la Bienal de Sao Paulo. Era la primera vez que un fotógrafo español exponía en la Bienal de la ciudad brasileña, y hubo de ser Fernando Nuño el receptor de tal honor, en base a su imparable trayectoria profesional. Ese mismo año, el «heliógrafo» se ganó a pulso su sonoro sobrenombre, cuando su obstinada idea de atrapar el sol con su cámara se hizo realidad en una exposición de fotografías llamada “Al otro lado del sol”, en la Galería La Hemeroteca, de Madrid.

El gran amor de Nuño por la pintura abstracta le llevó a ser cofundador y conservador del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca -icónica es la fotografía de su inauguración-.

Fotografía de Fernando Nuño. Inauguración Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (1966)

La pasión visceral de Fernando Nuño por la pintura abstracta se hace comprensible al repasar sus fotografías: todas ellas expresan emociones detenidas, captadas a través de un alma polícroma, canalizadas por el objetivo domado de un temulento artista de obras vivas, en continuo pose mental.

En 1971, realizó para las Minas de mercurio de Almadén y Arrayanes un conjunto de doce fotografías. En ellas el fotógrafo realiza un juego de composición, ampliando y reduciendo el tamaño de las bolas, enseñando distintas composiciones geométricas, y sacando del contexto habitual al protagonista de las mismas, el mercurio. En alguna de ellas se ve reflejada la cámara en las bolas de mercurio.

Serie Mercurio
Si ampliamos la fotografía, podemos observar la cámara de Fernando Nuño

El declive de Fernando Nuño como fotógrafo llegó con la llegada de elementos fotográficos más modernos que hacía que cualquiera con una cámara en la mano pudiera hacer fotografías, pero aun así publicó dos libros que causaron gran sorpresa: Los últimos días de Franco vistos en TVE (1975) y Los primeros días del Rey vistos en TVE (1975).

Realizó una serie de fotografías a partir de las imágenes emitidas en directo en TVE, que nos enseñan, desde una perspectiva diferente, cómo la realidad se puede desvirtuar, dando impresiones falsas o verdaderas dependiendo de la posición de los protagonistas: ‘junto a’, ‘detrás de’, ‘entre’.

Los últimos días de Franco vistos en TVE (1975)
Los primeros días del Rey vistos en TVE (1975)

El reconocimiento mundial a su labor profesional no podía pasar desapercibida en nuestro país. El fotógrafo madrileño hacía poesía con el objetivo de su cámara. Era arte, y ese arte tuvo su correspondiente premio al ser propuesto para ser el primer fotógrafo de la historia en ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, pero Nuño, fiel a sus sueños, abandonó los trámites para retirarse definitivamente.

Uno de los sueños de infancia era tener un millón de pesetas. Después, lo único que deseaba era retirarse. Tras conocer 68 aeropuertos, recorrer más de un millón de kilómetro en viajes de trabajo por Estados Unidos, Sudamérica, La India, Norte de África y toda Europa, reunir un archivo de medio millón de negativos, elaborar más de 7 millones de diapositivas para el gobierno chileno y exponer en media Europa, a Fernando Nuño ya sólo le quedaba cumplir con su sueño dorado: retirarse.

Por casualidades del destino, y una vez que había decidido trasladarse al sur de España, un amigo le comentó la posibilidad de hacerlo en una «vieja venta de un pueblo de Málaga llamado Alfarnate». En 1980, Nuño se hizo cargo de la Antigua Venta de Alfarnate, la misma que el célebre actor norteamericano Stewat Granger (El prisionero de Zenda, Scaramouche…) la dejara poco antes en un estado lamentable.

Con Nuño como ventero, dejando atrás para siempre la fotografía en busca de un retiro dorado con su segunda esposa, Pilar Rodríguez, la histórica Venta, al pie de la Sierra de Jobo, cerca de los Alazores, en la Alta Axarquía, irrumpe con fuerza en el mundo cultural de la provincia malagueña, convirtiéndose en punto de encuentro de los numerosos artistas de una comarca tan prolífica en pintores, como la Axarquía. Logró reunir una de las más importantes colecciones pictóricas de arte abstracto de Andalucía, la Antigua Venta de Alfarnate guardaba entre sus centenarios muros, pinturas de Antonio Lorenzo, Zobel, Millares, Iglesias, Rueda…

Antonio López de jurado del certamen de pintura de la Venta de Alfarnate
Fernando Nuño (a la derecha) en la presentación de un libro en la Venta de Alfarnate

Pero la Venta generaba pérdidas importantes. La entidad bancaria Banesto, con la que Nuño había suscrito operaciones crediticias, le reclamaba, a finales de marzo de ese año, cantidades que para él eran imposibles de afrontar, y que se acumulan a otras deudas contraídas en su afán de levantar lo que ya se antojaba como irreversible, y que llegaban a superar los 60 millones de pesetas. Es entonces cuando Fernando Nuño comprueba cómo las adhesiones de solidaridad con él y con la Venta, se multiplican.

La Antigua Venta de Alfarnate, que fuera hospedaje del tristemente célebre bandido madrileño, Luis Candelas, de reyes de España y de pintores como Antonio López, se convierte así en causa común para distintos partidos veleños y representantes de la cultura comarcal, en la loable finalidad de que la Venta no se transforme en mercancía en manos del banco acreedor, y sus siglos de historia dejen, de repente, de iluminar las leyendas de los montes axárquicos. Para ello, el 13 de abril de 1996 se crea la Comisión Pro-Antigua Venta de Alfarnate, presionando a estamentos oficiales con el fin de que se reconociese el edificio como parte del legado cultural heredado.

Venta Antigua de Alfarnate

Fueron numerosos los ayuntamientos de la comarca de la Axarquía que acordaron acuerdos plenarios para solicitar de la Junta de Andalucía la declaración de este monumento centenario de la historia y la cultura andaluzas, como parte incuestionable de patrimonio histórico popular. A estas reivindicaciones institucionales, se unió la de la Asociación para la Promoción Turística de la Axarquía. La respuesta de la Delegación Provincial de Cultura, de Málaga, no se hizo esperar; consciente de la extraordinaria concentración de valores que albergan sus muros, a través de su Comisión Provincial de Patrimonio Histórico, decidió favorablemente su inscripción, con carácter específico, en el Catálogo General Andaluz, por lo que propuso a la Junta su clasificación como Figura de Interés Etnológico, consiguiéndolo en octubre de 2012. En ella se encuentra actualmente el Museo del Bandolero, siendo una de sus estancias el calabozo donde los presos, que eran trasladados hacia la Real Chancillería de Granada para ser juzgados, pasaban la noche.

Museo del Bandolero
Celda del calabozo en la Venta de Alfarnate
Interior de la Venta de Alfarnate

Falleció en 1996, en Velez-Málaga, alejado de la fama y del ruido, pero sus amigos nunca le olvidaron. Manuel Alcántara escribió:

“…Seguía contándolos, sin equivocarse en uno sólo.   Deseaba retirarse, aunque no supiera a dónde. También quería hibernarse y volver a la vida un siglo después. Debió de llegar el día tan largamente esperado porque Fernando desapareció de la circulación, él que había circulado tanto. Mucho tiempo después me llamó. “Soy el ventero de Alfarnate”, me dijo. Nuevos amores, nuevos hijos, nuevo oficio. Había hecho añicos su pasado, pero el pasado es indestructible. Emprendió en la venta reformas ilusorias y se dedicó a ella en cuerpo y alma. Le distraía deslumbrar catetos y contar, junto a la chimenea, antiguas peripecias. Ver la cara que ponía algún interlocutor montaraz cuando iniciaba una conversación “una noche, con Pemán y Gerardo Diego…”

Un grupo de amigos emocionantes había querido cumplir su deseo. Se esparcieron sus cenizas y ahora son tierras de Alfarnate, junto a su bien amada venta. Uno de los amigos que más he querido en mi vida es ahora tierra de Alfarnate. Junto a la venta…”

En 2017, se realizó una exposición en la Galería José de la Mano, mostrando por primera vez 50 originales, positivados por Nuño y realizados entre 1960 y 1975. Son fotografías de encargos comerciales reflejando la realidad de una manera muy libre, tal y como declaró el propio Nuño, “tienen que ver con la poesía”.

El prestigioso festival internacional de fotografía y artes visuales PhotoEspaña celebró su vigésimo aniversario ese mismo año. La programación de PhotoEspaña está dividida en dos secciones: la Oficial y el Festival Off, y otorga distintos premios reconociendo el trabajo de algunos de los artistas participantes, siendo otorgado, en 2017, el Premio Off del festival al mejor proyecto, de un total de 36 galerías que integran la red del festival, a la citada exposición sobre la fotografía de Fernando Nuño, volviendo a poner en el mapa del arte fotográfico a tan astronómico autor.

“Fernando Nuño, 1960-1975. Asbtracciones [re]veladas”

Fernando Nuño, que una vez huyera de su pasado, allá donde esté, puede sentirse satisfecho: pese a su denodado intento de alejarse del mundo, sigue despertando curiosidad, simpatía y, sobre todo, una profunda admiración.

2 respuestas a «El ventero del sur»

  1. Conocía de las andanzas de Nuño por otro gran profesional ya desaparecido, quien me hablaba del fotógrafo como de un «retratador».
    No estaba desacertado.
    Mi enhorabuena por el reportaje que rescata otro nombre olvidado de la cultura española.

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