Hacia el cosmos

Mostrar lo bello y lo oscuro, la grandeza y lo despiadado, enseñando lo que somos: humanos

En 1977 se lanzaron al espacio exterior las sondas gemelas Voyager I y II. En ellas viajaban, junto a datos sobre la Tierra, saludos y fotografías de logros humanos como el Taj Mahal, la obra Manantiales que fluyen, interpretada por Kuan P’ing en un ch’in de siete cuerdas, instrumento musical chino con cuatro mil años de antigüedad.

La idea era que los teóricos seres inteligentes de más allá de las estrellas que encontrasen las sondas, supiesen que nuestra especie siente una especial comunión con el universo. También viajaba un preludio de Bach. Los que la seleccionaron sabían que una música tan pura y tan bella como la de Bach daría una imagen pura y bella del ser humano, además de definirnos como capaces de crear algo de valor universal para todas las civilizaciones inteligentes allende las estrellas.

Pero se equivocaron al enviar sólo belleza al espacio. No tuvieron el coraje necesario para hacerles saber a los extraterrestres nuestra dualidad congénita -tan perfeccionada- creación/destrucción. No les enviaron Auschwitz ni Hiroshima, el gulag ni la yihad, el hambre ni la guerra.

No les enviaron a Shostakovich.

Ahora que se abre la posibilidad de hacer viajes tripulados más allá de la Luna, quizás sería bueno que enviasen tras las Voyager aquella gloriosa Quinta Sinfonía que hiciera llorar a los espectadores en su estreno, conocedores de la denuncia introspectiva contra el comunismo soviético implícita en la música. En la Séptima, Shostakovich se convierte en yurodivi, el orate visionario del que todos se apartan, al exponer descarnadamente al hombre frente a los demonios nacidos del sueño de la razón. El cerco de Leningrado le mostraría al hombre, y así, se convierte en la otra cara de Mozart y Bach, no la que se eleva sobre los palacios celestiales de la grandeza humana, sino la que desnuda el odio, la miseria y la ruindad de la especie.

Si los extraterrestres quisieran conocer algún día a los sensibles seres que les enviaron el largo lamento surgido de la guitarra de Blind B. Johnson llamado La noche oscura, si desearan compartir información con los ingeniosos constructores de la Gran Muralla o las pirámides egipcias, también habría que mostrarles la imagen oscura que refleja el espejo terrible de la música de Shostakovich, en estos momentos en que la razón ha parido nuevos monstruos disfrazados de democracias que amenazan con devorarnos a todos.

Y que ellos decidan si les conviene relacionarse o no con nosotros.

BSO: Dark was the night / Blind Willie Johnson

2 respuestas a «Hacia el cosmos»

  1. Yo la verdad q si hay q mandar algo que denote la podredumbre humana manifiesto mi candidato:
    Echenique
    Seguro q no nos defrauda y que nos lo devuelven en na…..🤦
    ( Muy bonito texto )

    1. Gracias, Ceci.

      Los malos hay muchos y daría para enviar no una sonda, sino un contáiner.

      En cambio los buenos, como habrás podido comprobar, son pocos, pero sin duda maravillosos.

      (Gracias por el comentario)

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