La selva interior

Un viaje a lo más profundo del ser humano. Donde descubrir lo que es, de verdad, ser libre.

Para Fran, Mi paciencia infinita

“Libertad de no hablar…

libertad de no sonreír…

libertad incluso de no pensar si no lo deseaba”.

Tierra virgen. Alberto Vázquez-Figueroa

En todas y cada una de las páginas de este libro se respira el deseo de libertad. De una libertad profunda, que el protagonista no conoce y ni siquiera imagina. Durante toda su vida cree tener lo que se merece. Un trabajo aburrido, estresante, rutinario, gris…; una casa llena de cosas que no necesita ni quiere, pero que almacena porque es lo “normal”…, un matrimonio en el que no es feliz y sólo cuando se libera de las ataduras es cuando se da cuenta de eso…, una amante a la que no es capaz de darle lo que ella desea y que ve languidecer…

Cuando no tiene lo que cree necesitar, es cuando se da cuenta que en verdad no lo necesitó nunca…

Una vida fría, anodina… una vida que no desea y que tiene el valor de cambiar. Se enfrenta a ese miedo feroz y paralizante que nos supone a todos dejar el mundo que conocemos, con sus comodidades, sus lujos, sus frivolidades… Es una lucha constante por alcanzar esa libertad. Lucha contra sí mismo, lucha contra la sociedad en la que vive, lucha contra los yubani para que le permitan vivir en su territorio, lucha contra el gobierno y las grandes corporaciones para que no destruyan su mundo, su paraíso, su libertad.

Le dicen que está loco… ¿cómo puede vivir allí en la más absoluta soledad, rodeado de indios salvajes, enfermedades y fieras? Pero él no está solo, ni se siente solo. Está en su cabaña, con su chinchorro, cazando mariposas para poder sobrevivir, con la única compañía que un misionero de vez en cuando le visita para llevarle algo de suministros y charlas alrededor de una hoguera y que respeta su soledad, pero no la entiende. Parece solo, pero se tiene a sí mismo.

Durante un tiempo lo consigue, vive tranquilo, sin contratiempos… pero se da de bruces con la realidad. Ni escondido en la más profunda selva puede retener por mucho tiempo esa ansiada libertad, porque la ‘civilización’, con sus máquinas y su ruido pone en jaque su libertad y la existencia misma de los yubani y su selva. A partir de ahí, su vida será un continuo luchar por esquivar el abrazo mortal del ‘progreso’.

Siente la necesidad de ayudar a los yubani, por ellos le han permitido vivir en sus tierras. No está obligado a nada, porque, como él mismo aprende de ellos, los yubani son libres de decidir, no dependen de la tribu, no dependen de un jefe… Sus actos y pensamientos son libres y se aceptan por todos, respetando en todo momento su libertad individual. Por lo que él puede decidir, en un principio, si les ayuda o no para mantener esa libertad que él busca desesperadamente y que cree encontrar allí en la selva.

Pero para ello debe volver a enfrentarse a esa sociedad burda, sucia, sórdida y ordinaria de la que huyó para poder defender con todas sus armas la forma de vida que por nada ni por nadie va a perder. Y el golpe es tan devastador, tan seco, el choque es tan hiriente, que, si en algún momento ha dudado en volver o ha tenido la tentación de sucumbir ante esos lujos que le presenta la sociedad civilizada, el rechazo es absoluto.

Ni cuando encuentra a una mujer que podría llegar a mitigar esos pequeños instantes -en los que echa de menos tanto el placer sexual que le pueda proporcionar una mujer como amenizar algunos momentos que hasta entonces le dan sus libros-, quiere desprenderse de su vida actual. Ella muestra su miedo a dejar todo y abandonar su mísera y triste existencia, aun sabiendo que será mucho mejor de lo que tiene ahora. Es cobarde y deja que su miedo la persiga hasta el final, y le ofrece quedarse en la ciudad. Él puede compartir sus yubani, sus mosquitos y sus jaguares con ella, pero nunca va a renunciar ya a ser libre, a su selva… Ni por una mujer ni por nada.

La lucha se torna encarnizada. Unos por su propia supervivencia, otros por sus ideales, otros por el codiciado cobre de la sierra, otros por su libertad… Pero todos acaban dejando jirones del alma en esa batalla.

Finalmente, consiguen derrotar a la bestia que amenazaba con tragarse la selva, pero los indios y él saben que es una victoria efímera, y que la conclusión es que, más pronto que tarde, todos acabarán sucumbiendo y su vida seguirá siendo una continua búsqueda de libertad.

Y yo le acompañaré esta vez en el viaje…

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