Un sonido estridente, una luz cegadora, unas niñas que no saben qué hacer…
Así comienza la historia de Conchita, Loli, Mari Cruz y Jacinta, las niñas a las que, supuestamente, se les apareció la Virgen y les entregó un mensaje ¡Íbamos nosotros a ser menos que Fátima y Lourdes! Si quieres conocer su historia, ya sabes…
¡Me voy a Garabandal!
Una tarde de verano (no diré que calurosa, que estamos hablando de Cantabria), el 18 de junio de 1961, en un pueblo de 300 habitantes, llamado San Sebastián de Garabandal, cuatro niñas, de entre 11 y 12 años, Conchita, Loli, Mari Cruz y Jacinta, habían ido a ‘coger’ manzanas al huerto de la maestra. Después de dar buena cuenta de ellas, regresaron por una de las calles del pueblo en dirección a sus casas, la Calleja. Escucharon un sonido estridente que describieron como el de un trueno. Una de ellas, Conchita, se quedó paralizada, mirando al cielo. Sus amigas se asustaron, y cuando iban a salir corriendo para llamar a sus madres, de repente, ellas también lo vieron. Una luz brillante, “muy bonita”, apareció frente a ellas, y en medio… ¡Un ángel! (Bueno, a ver… Ellas dicen que vieron un niño de unos 14 años, rubio, con alas. Si eso no es un ángel…)
Cuando el ángel desapareció las niñas fueron corriendo a sus casas, pero no contaron lo sucedido. (Lo normal, te cruzas con un ángel y vas y no lo cascas). A los dos días, paseando por la Calleja, el ángel volvió a aparecer. Esta vez lo vieron las cuatro. Estuvieron de cháchara con él (no es cosa mía, que ellas mismas dicen que pasaron la tarde contándole cómo habían pasado el día), y, después de varias horas, se presentó como el Arcángel San Miguel. También les dijo que la mismísima Virgen quería verlas. “¡Qué venga pronto!”, le gritaron las niñas. “Pues hasta el 2 de julio no va a poder ser”, les dijo San Miguel (tenía la agenda completa).
Esta vez sí que se lo contaron a todo el mundo, que, como ellas, estaban deseando ver a la Virgen.
Llegó el día, y el pueblo al completo se fue con ellas hacia la Calleja, pero antes de llegar allí, la Virgen se apareció (le entraron las prisas). No iba sola, iba con San Miguel y un amigo. No supieron decir quién era, sólo que parecían mellizos y que iban vestidos igual. Al lado de la Virgen vieron un ojo gigante (y no, no era Sauron).
Esa tarde estuvieron hablando con la Virgen mucho tiempo. Le contaron cómo habían pasado el día, “que habían ido al prao, que estaban negras (supongo que se refieren a llenas de mierda, pero ni idea), etc.”. A la Virgen le haría gracia, porque dicen que sonreía.
(Aunque lo parezca, no es invención mía, las conversaciones son transcripciones de lo que, en su día, contaron las niñas a los medios de comunicación, médicos, psicólogos, etc.)
La Virgen las visitaba a diario, incluso varias veces el mismo día, pero no les decía a qué hora, así que las tenía esperando. Las avisaba con tres llamadas. La primera, era una llamada interior, para que se fuesen despertando por si las pillaba dormidas, ya que se les aparecía tanto de día como de noche (id espabilando). La segunda llamada, era para que se fuesen preparando (que ya voy) y la tercera ya les decía dónde tenían que ir a buscarla (se nota que es madre, a la primera no iban a ir ni de coña).
Unas veces era en la Calleja, otras en los pinos, otras en la plaza del pueblo, donde le pillase. Luego se iba de paseo con ellas. Recorrían el pueblo entero, andando de aquí para allá. Entraban en un éxtasis, que podía durar desde unos minutos a varias horas (dependiendo de lo que la Virgen tuviese que hacer).
Siempre iban caminando con la cabeza hacia atrás (postura cómoda donde las haya), y los ojos abiertos. Cuando iban juntas se agarraban del brazo o de la mano. Los primeros días las niñas le ofrecían piedras para que las besase y luego se las daban a los que estaban allí mirando (mirando a las niñas, porque a la Virgen no la veían, ni la oían). La Virgen se cansó de besar piedras (normal) y les dijo que le llevasen objetos religiosos. Les pidieron a los allí presentes que les diesen crucifijos, anillos de boda, colgantes, etc. Cogían uno del montón y se iban con él de paseo cuando la Virgen aparecía. Ésta lo besaba, y después la niña -se iban alternando entre las cuatro- se lo daba a besar a todo el que estaba a su alrededor (¡virus a ellas!). Al salir del éxtasis se lo devolvía a su dueño.
Una de las cosas que más llamaba la atención de las apariciones, era que las niñas caminaban adelante y atrás, con la cabeza mirando hacia arriba, como he comentado antes, los ojos muy abiertos, mientras estaban en éxtasis. Iban a gran velocidad. Dicen que los que allí estaban no podían alcanzarlas. Caminaban por las cuestas empedradas del pueblo, siempre sin mirar al suelo y nunca se tropezaron ni cayeron.
Cuando la Virgen se paraba, ellas se paraban. A veces, se dejaban caer de rodillas, o hacia atrás hasta que su cabeza daba con el suelo. Y no se hacían ni heridas ni marcas (igualitas que yo de chica, sí)
Durante las apariciones, no escuchaban a nadie, ni veían nada de lo que ocurría a su alrededor. Poco a poco empezaron a llegar gentes de todos los lugares. Unas 3.000 personas por día. Desde el primer momento, varios sacerdotes se interesaron por estas apariciones y fueron a verlas. Vestidos de paisano, se mezclaban con el gentío, al igual que médicos y científicos. Para comprobar que de verdad no sentían ni oían ni veían nada a su alrededor, no se les ocurrió otra cosa que pincharlas con alfileres, echarles arena en los ojos, quemarles la piel con cigarrillos, tiraban de sus cabezas y brazos, les apuntaban con potentes focos directamente a los ojos (vamos, lo normal…).
Uno de esos sacerdotes, un joven teólogo llamado Luis María Andreu, puso mucho empeño en ver a las niñas en éxtasis. Era bastante escéptico. La segunda vez que fue a verlas, se colocó junto a ellas para poder observar lo que ellas veían (cuando digo se colocó, quiero decir que se puso a milímetros de sus caras). De repente, su rostro cambió de expresión y empezó a gritar: “¡Milagro, milagro, milagro!”.
Esa misma noche, en el coche que les conduciría de vuelta, el cura estaba exultante. Comenzó a hablar: “¡Qué contento estoy! ¡Qué regalo me ha hecho la Virgen! ¡Vaya suerte que he tenido! ¡Hoy es el día más feliz de mi vida!” Y el último, añado yo, porque, tal y como terminó de decir esas palabras, murió. Así, de repente, en el coche (menudo regalo…).
Durante muchos meses, la gente iba a todas horas a Garabandal a ver a las niñas andando arriba y abajo, pero muchos de ellos no se lo terminaban de creer (cri… cri… cri…). Las niñas le dijeron a la Virgen: “Haz algo para que nos crean” Y la Virgen dijo: “Venga, vale, apunta”. Conchita en un papel anotó el mensaje de la Virgen. Pero no podían decírselo a nadie, hasta el 18 de octubre (¿Por qué ese día? Pos ni idea).
Llegó el día y las niñas lo leyeron.
«Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia, visitar al Santísimo, pero antes tenemos que ser muy buenos. Y si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa y si no cambiamos nos vendrá un castigo muy grande»
Algunos de los presentes se fueron decepcionados (vete a saber qué esperaban escuchar). Pero otros muchos gritaron: “¡Oh! ¡Ah!”
A todo esto, ¿qué decía la Iglesia? Pues muy contentos no estaban con todo el jaleo que se estaba montando. Se formalizaron dos comisiones de investigación, dirigidas por los diferentes obispos de Santander, y con expertos en el tema (aunque dicen las malas lenguas que ni siquiera existieron, ¿a qué me recuerda?). En una nota, el obispo Eugenio Beitia Aldazabal, afirmó que no había pruebas de que aquello fuese sobrenatural, pero dejó que la gente siguiese yendo allí, aunque prohibió a las niñas entrar en la Iglesia del pueblo, mientras estaban en éxtasis, y éstas, obedientes, se quedaban en la puerta. Tampoco tomaban la comunión cada vez que querían, porque el párroco sólo iba una vez a la semana al pueblo.
Las niñas, sobre todo Conchita, que era la que llevaba la voz cantante, le pedían a la Virgen que les hiciese un milagro, porque lo del mensaje como que no había calado mucho. La Virgen les dijo que venga, que vale, que lo haría, pero el milagro de los panes y los peces, o lo de resucitar muertos, eso lo hacía su hijo, ella algo más ligerito.
Una de las veces que las niñas le dijeron que querían tomar la comunión pero el cura no estaba, a la Virgen se le ocurrió una idea, lo haría ella. Empezaron a tomar una comunión invisible; mientras estaban en éxtasis, abrían la boca y la Virgen les daba la ostia. Eso no hizo mucha gracia al obispo, por lo que la Virgen pensó que un buen milagro sería que la ostia se hiciese visible. Se lo contó a la niña, y le dijo que el día 18 de julio (que le gusta a la Virgen el número 18), haría el milagro de hacer visible la ostia.
Se hizo de rogar, hasta la una y media de la madrugada aquello no pasó. Parece ser que Conchita abrió la boca y se materializó una ostia, y esta imagen es la prueba que dan.
Los presentes: “¡Oh…! ¡Ah…!”
Las visitas de la Virgen, y de San Miguel, duraron varios años, desde 1961 hasta 1965. Aunque partir de 1963 ya no tuvieron tantas apariciones. La Virgen se comunicaba con ellas mediante locuciones interiores (voces en su cabecita). Durante ese tiempo, las niñas que seguían entrando en éxtasis varias veces al día, hablaban con ella: “¿Qué tal, cómo os ha ido el día?” Y ellas les contaban sus cosas. Claro, lo hacían bajito para que no las oyesen los demás, porque algunos se pegaban a su boca para saber de qué estaban hablando (¡cotillas!) . También les enseñó a rezar el rosario.
Pero lo del milagro de la ostia no había impresionado mucho, todo hay que decirlo, y la Virgen les comentó que no se preocupasen que habría otro milagro. ¿Cuál? Preguntaron las niñas. “Pues uno”, dijo la Virgen. “Si eres más concreta…”, le dijo Conchita.
La Virgen accedió y le dio varios detalles, a saber: será en el pueblo (con todo lo que se había montado, como para no serlo), los enfermos, que estuviesen presentes, sanarán (sólo los presentes, no nos pongamos tiquismiquis), será el milagro más grande que Jesús haya hecho (tirando la casa por la ventana, ea), será un jueves (podía ser en finde, digo yo), a las 20:30 (ni antes ni después) y podrá ser grabado y televisado (Instagram, Tik Tok… a elegir). Le dijo a Conchita cuál sería la fecha del milagro, pero no podía decir nada hasta ocho días antes del mismo. No ha dicho a nadie la fecha (eso es guardar un secreto y lo demás son tonterías).
También les habló del castigo. Como dice en su mensaje, si no somos muy buenos nos llegará un castigo espantoso: todo arderá, el agua se secará, lloraremos amargamente, los hombres matándose unos a otros… (no se diferencia mucho de ahora, la verdad).
Llegaba gente de todas partes del mundo. El pueblo era un hervidero. Documentales, libros, revistas, peregrinaciones.
Uno de los que fue a visitar Garabandal, y que resultó crucial para su popularización en América, fue un norteamericano, Joey Lomangino. Se había quedado ciego en 1947 por un accidente, con tan solo 16 años. Acudió a ver a las niñas en 1964, después de visitar al padre Pio de Pietrelcina, conocido por sus estigmas pasionarios (heridas iguales a las de Jesucristo), que fueron visibles durante 50 años (si no lo conocéis, a la wiki). La niña Conchita fue a visitar al Padre Pio, para decirle que la Virgen le había dicho que él vería el milagro, y cuando Lomangino le preguntó, en su visita, si valía la pena el viaje hasta Garabandal, (ir pa na… pensaría), el padre Pio le dijo que sí, que fuese. Y allá que fue.
Cuando las vio, se quedó impresionado. ¿Tal vez porque Conchita le dijo que recuperaría la visión? Puede ser, sí. De vuelta a Norteamérica, creó la Fundación Garanbandal, donde se profesa verdadera devoción por esta Virgen. Se llevó un escapulario que la niña Conchita le dijo había besado la Virgen, siendo uno de los objetos que más veneran en su Asociación, esperando el gran milagro. Volvió a Garabandal en numerosas ocasiones.
Conchita afirmó que el cadáver del padre Andreu (al que le dio el parraque y se murió en el coche después de ver a la Virgen) permanecería incorrupto. Tuvo otra visión: sólo vivirían tres papas más, después de Juan XXIII, produciéndose, después de la muerte de éste, el fin de los tiempos. (Al loro con estos datos).
Las niñas fueron, poco a poco, dejando de tener apariciones y locuciones, y, finalmente, solamente Conchita era la única a la que se le aparecía. Era la estrella del pueblo. Firmaba autógrafos, se hacía fotos, entrevistas, visitaba a grandes personajes (el citado Padre Pio, la Madre Teresa), pero en 1965, se cans… dejó la Virgen de aparecerse.
Aunque antes le dejó otro mensaje a Conchita, pero esta vez, lo hizo en vivo y en directo, a través del Arcángel, y todos los que estaban allí, incluidas cámaras de televisión, pudieron grabarlo. El 18 de junio de 1965 (no me digáis que no tiene fijación la Virgen con el 18), Conchita comenzó a hablar:
“Como no se ha cumplido y no se ha hecho conocer al mundo mi mensaje del 18 de octubre, de 1961, os diré que este es el último; antes la copa se estaba llenando ahora está rebosando. Los sacerdotes van muchos por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debéis evitar la ira de Dios sobre vosotros con vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con vuestras almas sinceras Él os perdonará. Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. Ya estáis en los últimos avisos. Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación; pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos, debéis sacrificaros más; pensad en la pasión de Jesús”.
(Muy bien, muy bien, no dejaba a la Iglesia)
El obispo de entonces, José María Ciralda, estaba un poco cansado de todo el circo, y en 1967 prohibió a los sacerdotes ir al pueblo, ni celebrar misa allí. Si lo hacían los echarían de la Iglesia. Les dijo a sus feligreses que no fuesen al pueblo, y que ni se les ocurriese, escribir libros, folletos ni nada parecido sobre todo eso. Y si lo dice el obispo… casi nadie le hace caso, porque allí seguían yendo sacerdotes y feligreses a ver los lugares donde se apareció la Virgen. Eso sí, a misa no iban.
Pero en 1987, el obispo de Santander, revocó la prohibición y los sacerdotes pudieron volver a Garabandal.
En 1992, el cardenal Ratzinger (sí, el emérito) que era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ya sabéis, el que quiera saber a la wiki), aconsejó al obispo de Santander que no cerrase el caso, y que dijese eso de “no consta sobrenaturalidad” (un ni pa ti ni pa mí de libro), y así se curaban en salud si algún día surgía una nueva prueba o el milagro se producía (Benedicto XVI de tonto no tiene un pelo).
Lo normal en otros casos de apariciones es que los niños acabasen siendo sacerdotes y monjas, pero nuestra historia es peculiar hasta para eso. Las cuatro se casaron y tuvieron hijos. Tres de ellas se fueron a vivir a Estados Unidos, siendo una de ellas Conchita, la gran estrella. La única que se quedó, Mari Cruz, vive en Avilés.
Conchita realizó varias entrevistas para las televiones americanas, escribió un diario, cantó en un disco…
En 1971, Conchita se retractó y dijo que no sabía si lo que había visto era verdad, o se lo había imaginado. Algo de lo que volvió a retractar en otra entrevista, en 1981, para la BBC, donde en esa ocasión manifestó que sí, que esta vez decía la verdad, y sí vio a la Virgen. (A ver si nos aclaramos…)
Mari Cruz fue la que, en 1987, revolucionó toda la historia de las apariciones. Hizo unas declaraciones incendiarias al periódico El País, diciendo que había sido Conchita quien se inventó todo lo ocurrido, y que ella nunca había visto a la Virgen. Sólo le siguió la corriente a su amiga, y, más tarde, toda la presión mediática le hizo seguir con la historia. Además Conchita parecía estar encantada con ser el centro de atención.
Para rematar la historia, en junio de 2021, el periódico El Mundo localizó a Mari Cruz, ya que se cumplían 60 años desde la primera aparición de la Virgen, y, en esta ocasión, dijo que no sabía si se lo había imaginado o en realidad la habían visto (puede que sí, o puede que no, ¡yo que sé, ya!)
Y, a todo esto… ¿Se cumplieron los pronósticos de Conchita? Veamos.
1. El padre Pio murió en 1968 sin recibir noticia ninguna del milagro. Peeeerooo (que os creéis que aquí no iba a haber peros) cuando Conchita fue cuestionada por eso, otro cura, el padre Cennamo, afirmó: “El padre Pio lo vio antes de morir. Me lo dijo él mismo” (Plas, plas, arreglao).
2. Joey Lomangino, el ciego, iba a recuperar la vista cuando llegase el milagro ¿verdad? Pues murió en junio de 2014 igual de ciego que estaba.
3. Conchita dijo que después de Juan XXIII, solamente quedarían tres papas y luego el “fin de los tiempos”. Pues no han sido tres, sino cinco: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco (estos dos a la vez, para más inri).
4. El cadáver del padre Andreu (el del patatús, recordad) estaría incorrupto. A principios de 1976, el cuerpo fue exhumado para cambiarlo de cementerio, encontrándose el cuerpo en estado esquelético.
Como vidente Conchita no tenía precio. Ni la Bruja Lola acierta menos.
En 2009, Mari Loli falleció debido a complicaciones de una enfermedad autoinmune.
A Garabandal siguen yendo, cada año, sobre todo los jueves, muchas personas de peregrinación a la espera de que les pille allí el milagro. Conchita sigue sin decir el día que se va a producir (espero que no coincida con el día que tengo reservada la cena con Brad Pitt).
Muchas gracias, y os espero en el siguiente viaje… Milagro mediante.