Su nombre I

Ella no sabía quién era y, aun así, se sentía feliz, pero él deseaba tenerla a su lado y haría todo lo posible por conseguirlo ¿Se la llevará?

El mar la llamaba insistentemente y, al no encontrarla, envió a las olas en su búsqueda.

-¡Más lejos! -bramaba- ¡Id más lejos!

Las olas se introducían en la playa yendo lo más lejos que podían, escrutando cada grano de arena, cada concha vacía, hasta que las fuerzas flaqueaban y debían retroceder, tristes y derrotadas. Cada vez más desanimado, el mar pidió ayuda al viento, que envío intensas rachas de aire susurrando su nombre.

Ella llevaba horas caminando por la arena, sin saber adónde ir ni qué hacer, intentando recordar quién era, cómo había llegado allí, dónde estaba. Súbitamente, una fuerte ráfaga de aire la empujó hacia el agua y una ola rozó su piel desnuda. Casi de inmediato, otra ola la cubrió, y un soplo de aire fresco rozó su mejilla, creyendo oír una voz que le resultaba familiar, pero lo achacó a su imaginación, por lo que siguió jugando con las olas y, sin apenas darse cuenta, se fue adentrando en el mar.

Dentro del agua, comenzó a sentirse más segura, confiada y relajada, dejando de hacerse todas esas preguntas sin respuesta que la atormentaban.

-Ven con nosotras; te estábamos buscando -le insistían, una y otra vez, las olas, pero ella, ajena completamente a lo que le decían, ignoraba sus llamadas. Deseaba estar en el agua, jugar con ellas, dejarse mecer, contemplar el cielo.

Fijándose detenidamente en las nubes, observó a un impresionante león intentando atrapar con sus garras a una pequeña lagartija, pero se le escabullía entre los dedos. De pronto, el león se había convertido en un tierno gatito, y la lagartija en un imponente dragón que lo perseguía.

Sonrió. Las nubes, con sus formas caprichosas, le contaban historias con giros inesperados.

-¿Por qué no nos hace caso? -se preguntaban extrañadas las olas-. Deberíamos gritar más fuerte -dijeron, meciendo su frágil cuerpo con más ímpetu.

Desde la distancia, varias personas, que paseaban por la playa, se fijaron en ella. Su cuerpo flotaba en el agua, boca arriba, moviendo los brazos a la par que las olas la mecían.

-¿Qué hace esa criatura?

-El agua está helada.

Decididos a llevársela de allí, vociferaban y le hacían gestos para que fuese con ellos. La más atrevida se acercó. Su expresión de asombro y desconcierto alertó a los demás que, curiosos, se acercaron, comprobando, con espanto, la desnudez de su cuerpo.

Ajena a esas miradas, la chiquilla, seguía jugando y bailando con las olas. Unas veces eran más fuertes, la zarandeaban, empujándola y sumergiéndola, pero conseguía mantenerse a flote; otras eran más delicadas y, como si tuviesen miedo de rozarla, llegaban a escasos centímetros de su piel y se retiraban rápidamente.

-¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Cómo has llegado aquí?

La criatura, sorprendida al verse rodeada de gente, dejó de flotar, y, clavando los pies en la arena del fondo, los miraba sin responder.

-Por lo menos dinos tu nombre.

Un sonido ensordecedor e ininteligible salió de su garganta. Todos los presentes se taparon los oídos aterrados.

-¿Qué ha sido eso?

-Es mi nombre -musitó. Acabo de recordarlo.

-¿Cómo va a ser tu nombre ese ruido infernal?

-Mi nombre es… -Dudó. No pudo repetirlo. Lo había olvidado.

El mar, siempre atento, la escuchó. Por fin la había encontrado.

-Traédmela -ordenó, mandando olas más rápidas y corrientes más fuertes.

El violento oleaje la empujaba para hacerla caer y poder llevársela consigo. Si no respondía a su llamada, se la llevarían a la fuerza, pero, como tenía los pies firmemente apoyados en el suelo, no lo conseguían. El mar, cansado de ese juego absurdo, envió una inmensa ola que empezó a formarse en la lejanía, y ella, concentrada en no caer, no la vio venir. Las personas que se encontraban en la orilla empezaron a hacerle gestos para que fuese hacia ellos, pero un fuerte golpe la empujó, arrastrándola mar adentro y, durante unos segundos, los que se encontraban en la orilla de la playa se quedaron paralizados por el terror. De repente, la vieron emerger. El mar, implacable, y decidido a no perderla de nuevo, volvió a arrastrarla hacia el fondo, aunque ella, en un esfuerzo infrahumano, consiguió salir a la superficie.

-¡Debes agarrarte a algo! ¡Sujétate con fuerza! ¡No dejes de nadar! -le gritaban desde la orilla.

¿A qué se iba a agarrar? Todo era mar. Movía frenéticamente las piernas, en un esfuerzo titánico por no hundirse, luchando ferozmente, contra la corriente que la arrastraba hacia el fondo. Finalmente, dándose cuenta que no podría ganar ante descomunal oponente, sin cerrar los ojos, dejó que su pequeño cuerpo fuese, lentamente, adentrándose en la terrorífica inmensidad de las profundidades.

El mar, satisfecho, la envolvió en su oscuridad llamándola por su nombre, pero ella no respondió. Su pequeño cuerpo se hundía muy despacio. El mar, incapaz de soportar su mirada -fría, ausente, vacía- hizo que las corrientes balanceasen su larga cabellera dorada y, así, tapar su rostro, mientras se hundía, irremediablemente, hacia el fondo.

-Estás a salvo, pequeña -le dijo el mar, retirándole el cabello de la cara con dulzura.

La observó, preocupado. Su piel se marchitaba. Sus ojos estaban velados de un gris mortecino. La vida se alejaba de ella.

Comprendió, finalmente, que si la arrastraba la perdería para siempre. Ella no sabía quién era, ni recordaba su nombre y hasta que no lo descubriese, llevarla con él sólo la llevaría a las tinieblas. Ordenó que, con toda la delicadeza de la que fuesen capaces, las olas la llevaran de vuelta a la superficie, y, resignado, aceptó que debía de ser ella quien decidiese si volvía a él o no.

Con el tiempo.

Al salir, instintivamente, tomó una gran bocanada de aire y abriendo los ojos se encontró en medio del mar en calma, mecida por un oleaje sereno. Una ligera brisa marina susurraba una melancólica tonada.

-Podrás volver… Si lo deseas… Cuando recuerdes tu verdadero nombre.

Continuará…

BSO: Within Temptation / Say my name

2 respuestas a «Su nombre I»

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