El anciano sólo hacía lo que debía. Nadie lo comprendía. Nadie sabía quién era, por eso decidió alejarse de todo y de todos, hasta que, de nuevo, alguien volvió a llamar a su puerta.
Un poco de todo aquello que nos alimenta el alma
El anciano sólo hacía lo que debía. Nadie lo comprendía. Nadie sabía quién era, por eso decidió alejarse de todo y de todos, hasta que, de nuevo, alguien volvió a llamar a su puerta.
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